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    Sábado, 09 de Diciembre, 2017 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)

    DESDE EGIPTO: EL PADRE SALPICÓ SU VIDA, COMO JABÓN Y AGUA, BORRANDO PECADOS:

    A tiempo, nuestro Padre celestial escuchó a Israel llamándolo hacia el cielo,
    y Él contestó diciéndole a Moisés, ¿por qué me llamas? Toma tu vara que tienes en tu mano, y ponla sobre el mar, para abrir todo un camino y así Israel cruce en seco
    hacia el otro lado, en donde encontraran seguridad para jamás volver a ver a los egipcios, que están listos para atacarlos nuevamente.

    Aquí es cuando Moisés levantó sus manos hacia el cielo, como hacia donde el altar de Abraham e Isaac está ardiendo con la antorcha y su nombre fuego, para
    que nuestro Padre celestial abriese su horno de su grande Gracia, de su grande Misericordia, de
    su grande Verdad y de su grande Justicia Divina, derramándola abundantemente sobre toda la casa de Israel. Éste es el día que nuestro Padre celestial había esperado desde que primero hablo con Abraham, cuando ofrecía sus tres carneros sacrificados
    con sus mitades opuestas una a otra sobre la roca, y la sangre expiatoria salpicada sobre ellos junto con dos palominos sin cortar: para Él mismo caminar entre sus mitades con su antorcha ardiendo incesantemente con su santo nombre fuego.

    Ésta es la antorcha con su santo nombre fuego ardiendo permanentemente, que realmente eran los hijos, que el Padre le había prometido a Abraham que nacerían en cautiverio, y a tiempo, después, ellos estarían sobre el monte santo de Jerusalén,
    flameando su nombre todopoderoso sobre Israel, y las familias de las naciones, finalmente conquistándolo todo con perfecta salvación hacia la eternidad venidera. Dado que, éste sería su altar del amor prehistórico, descendido del cielo con Isaac y
    con su Espíritu Santo, bautizando a Abraham junto con su hijo Isaac sobre el madero ardiendo ya con el Espíritu de gracia, misericordia, verdad y de justicia divina, pero igualmente bautizara a sus hijos en futuras generaciones,
    liberándolos del
    pecado, muerte y el infierno tormentoso, perpetuamente.

    Evidentemente, nuestro Padre celestial necesitaba a Abraham sacrificando sus tres carneros sobre la roca, salpicada con la sangre expiatoria junto con dos palominos sin cortar, porque Él tenía que caminar entre sus mitades con su antorcha y su santo
    nombre fuego, clavado a sus hijos prometidos, que nacerían esclavizados, pero luego los libertaria sobre su altar del amor eterno en Canaán, perpetuamente. Éste es el altar que Abraham tenía que preparar con los tres carneros sacrificados sobre la
    roca y sus sangres, salpicada sobre sus mitades opuestas una a otra junto con los palominos sin cortar: porque Él tenía que caminar entre sus mitades expiando todo pecado, puesto que los hijos de Abraham iban a tomar todos los pecados del mundo entero.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial le dijo a Abraham, después de que Él había caminado entre las mitades de los carneros sacrificados opuestos, que sus hijos nacerían en una tierra extranjera, en donde Él los visitaría después de
    cuatrocientos años juzgando aquella nación que los cautivó, finalmente para liberarlos hacia su tierra prometida con las riquezas de Abraham multiplicadas,
    abundantemente. Además, en el cautiverio egipcio, toda la casa de Israel iba a
    vivir en el
    mismo infierno de cuatrocientos años de las almas ya perdidas: porque ellos tenían que tomar los pecados de las naciones que no solamente ya estaban en el
    infierno tormentoso, pagando sus culpas, pero igualmente para el resto de las naciones
    mundialmente, incluyendo las que aún vienen.

    Puesto que, nuestro Padre celestial iba a liberarlos con sus poderes asombrosos
    de cada día de su santo nombre fuego que es amado, servido y alabado por las huestes angelicales del cielo, para que finalmente todos lo reciban después que Jacobo se lo
    pidió por él, cuando entraba a Canaán para construir su altar y así continuar viviendo con su familia, siempre. Además, nuestro Padre celestial tenía que liberar a Israel de toda esclavitud de cuatrocientos años, porque Él estaba listo para
    entregarles su gran salvación del Mar Rojo, en donde ellos caminarían en seco
    y con paredes de agua en ambos lados: porque ellos tenían que abandonar todo pecado con el espíritu de error y la carne pecadora en el lecho marino, perpetuamente.

    Además, nuestro Padre celestial tenía que entregarles instantáneamente su Espíritu Santo y su carne sagrada, en donde su perfecta voluntad había sido Juramentada a Isaac sobre el altar del amor prehistórico, descendido del cielo
    con Isaac y con su
    Espíritu Santo no solamente para bautizar a Abraham, pero igualmente a sus hijos en generaciones futuras junto con las familias de las naciones. Naturalmente, nuestro Padre celestial necesitaba salvar a cada hombre, mujer, niño y niña no solamente de
    la casa de Israel, abandonando toda cautividad al cruzar el Mar Rojo en seco, por su santo nombre fuego, resucitándolos así de la muerte cautivadora egipcia a su vida santísima, pero igualmente a las familias de las naciones yaciendo en el infierno,
    sufriendo sus culpas eternas.

    Evidentemente, al nuestro Padre celestial liberar a Israel del cautiverio, por invocación de su santo nombre fuego, recibido por Moisés en la zarza ardiendo: cuando el Padre decía, Yo soy el Dios de Abraham y su Hijo dijo seguidamente, Yo soy el Dios
    de Isaac, y finalmente el Espíritu Santo dijo, Yo soy el Dios de Jacobo, entonces fue para todos resucitar. Por cuanto, Israel ya había recibido de nuestro Padre celestial su Juramento a Isaac sobre el monte santo de Jerusalén, descansando sobre el
    monte Moriah, cuando derramaba su corazón santísimo sobre su carne sagrada, confirmándolo todo con Jacobo y sus hijos por nacer en generaciones futuras, entonces fue establecido como pacto eterno sobre Israel y las familias de las naciones, para
    siempre.

    Sin duda, al nuestro Padre celestial sacar a Israel del cautiverio por invocación de su santo nombre fuego, visto que toda la casa de Israel había aprendido a invocarlo maravillosamente, entonces Él no solamente podía liberar a los hijos de Abraham
    de toda cautividad con resurrección todopoderosa, pero igualmente a las naciones antiguas ya pagando por sus culpas en el infierno, perpetuamente. Ahora, para que todo esto sea posible, entonces nuestro Padre celestial no solamente tenía que liberar a
    Israel de la vida antigua aprendida y amada en el cautiverio egipcio, pero igualmente: Él tenía que liberarlos del fruto prohibido y de la carne pecadora, entregándoles su Espíritu Santo y su carne sagrada, cuando salían todos bautizados del Mar
    Rojo con su vida eterna.

    Visto que, es únicamente aquí, en donde la casa de Israel finalmente resucitó del mismo infierno tormentoso y del sufrimiento de todas las familias
    de las naciones antiguas que ya están allí, pagando con angustias por sus pecados: dado que fallaron
    todos en conocer su santo nombre fuego y de su poder de resurrección a la vida
    eterna, y de sus bendiciones cotidianas. Por ende, el día que nuestro Padre celestial liberó a Israel del cautiverio egipcio, entonces Él realmente empezó la liberación
    de todas las familias de las naciones que ya habían muerto sin pacto con Él, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, y sin sacrificio de cordero con su sangre derramada sobre sus pecados, para que tengan perdón, resurrección y vida postreramente.

    Esto fue algo que nuestro Padre celestial había planeado hacer con toda la casa de Israel, desde el día que Abraham ofreció sus tres carneros sacrificados sobre la roca junto con los dos palominos sin cortar, que representan el madero, para el
    sacrificio continuo en Jerusalén de Canaán, porque Él es el Tercero siempre expiando por los pecados del mundo entero, perpetuamente. Éste Tercero es nuestro Padre celestial, su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo, porque los tres son Uno
    eternamente, llenos y unidos en vida eterna, que no solamente le da vida a cada
    ángel del cielo, pero igualmente a cada hombre, mujer, niño y niña de todo Israel y de todas las familias de las naciones, para su nuevo reino venidero mundialmente.

    Consiguientemente, era importante para nuestro Padre celestial de caminar de entre los carneros sacrificados con sus mitades opuestas junto con los dos palominos sin cortar, porque Él junto con su Hijo Jesucristo y el Espíritu Santo caminaron por todo
    interior, expiando todo pecado del pasado, del presente y del futuro, para establecer su santo nombre fuego sin pecado sobre la tierra, finalmente. Ahora,
    después de que nuestro Padre celestial bautizo a Israel abriendo el mar, y la armada egipcia
    ahogada junto con Satanás y sus pecados, maldiciones, enfermedades, problemas,
    conflictos, pobreza y guerras, depositadas sobre las familias de las naciones a
    través de generaciones, entonces Él se llevó a Israel sediento a beber de su
    roca, en donde
    su Hijo amado fue inmolado inicialmente.

    Además, nuestro Padre celestial tenía que tener a Israel introducido en el desierto del Sinaí y sedientos como las familias de las naciones antiguas yaciendo en el infierno tormentoso, sufriendo y clamando por beber de la roca, en donde su Hijo
    Jesucristo fue inmolado desde la fundación del mundo, y en donde Abraham ofreció sus tres sacrificios y sus mitades opuestas entre ellas. Ya que, Israel tenía que ser el primero en el desierto bebiendo de la roca fluyendo con agua abundantemente no
    solamente para satisfacer a Israel sediento, pero igualmente a cada hombre, mujer, niño y niña yaciendo en su hueco infernal: porque todos habían muerto
    sin conocer su santo nombre fuego y su palabra viva, que bendice toda alma viviente, aún en
    tormentos.

    Porque cuando nuestro Padre celestial tomó a Moisés junto con los 70 líderes
    israelitas, entonces fue no solamente para enseñarles en donde estaba la roca,
    y beber de ella cuando estén sedientos nuevamente, pero igualmente para darles
    de beber a las
    familias de las naciones en el infierno tormentoso, clamando por beber de ella y de sus tres sacrificios antiguos de Abraham. Entonces, después de haber bebido de la roca que fluye de agua viva abundantemente, que realmente es la sangre reparadora del
    sacrificio continuo del Cordero de nuestro Padre celestial, de su Hijo Jesucristo y de su Espíritu Santo, que no sólo quita la sed del alma, pero igualmente la llena de vida eterna, que es la salvación que la tierra recibirá eventualmente.

    Habiendo nuestro Padre celestial dado de beber de la roca viva el agua que el corazón, alma, cuerpo y espíritu humano de cada hombre, mujer, niño y niña necesita diariamente en la tierra, en el infierno y en el cielo como el paraíso, la Nueva
    Jerusalén celestial y muchos lugares celestiales, entonces Él tenía que darles de comer de su comida diariamente. Dado que, nuestro Padre celestial comía su comida sobre su Mesa así como se sentó con Abraham y sus 318 hijos adoptados inicialmente a
    comer de su Hijo Jesucristo: el pan y vino, servido diariamente a las huestes angelicales, entonces, Él les daba a comer de su boca a Israel y a las familias de las naciones su comida, conocida como el maná.

    Visto que, nuestro Padre celestial había liberado a Israel del cautiverio egipcio con la resurrección de su santo nombre fuego no solamente otorgándoles finalmente salvación, abandonando los pecados del mundo entero en el lecho marino, pero
    igualmente para que ellos sean sus sumos sacerdotes, ministrando a las familias
    de las naciones ya en el infierno tormentoso, por culpa de sus pecados y rebeliones. Nuestro Padre celestial por su maravilloso amor, gracia, verdad y justicia divina tenía
    que ir a ellos con la carne sagrada de su perfecta voluntad, Jurada a Isaac sobre el monte Sión, en Moriah, para que los hijos de Jacobo sean no solamente
    sus sacerdotes pero igualmente mediadores, redimiendo a los perdidos con su resurrección
    todopoderosa, de su santo nombre, y palabra viva.

    Puesto que, todo Israel es el Juramento a Isaac abandonando el cautiverio egipcio con los poderes asombrosos de resurrección de su santo nombre, para ser bautizado en agua, pero igualmente para convertirse en sus sumos sacerdotes, que se tornaran en
    cenizas del Valle de los huesos secos, árboles en Canaán, y la madera flameando su santo nombre fuego sobre la tierra, perpetuamente. Evidentemente, éste es el Juramento de nuestro Padre celestial a Isaac, desplegándose gradualmente, cuando Israel
    nacía en Egipto, viviendo de riquezas cotidianas de su perfecta voluntad para con ellos, pero igualmente para que sean bautizados con el mismo oro y plata de
    Abraham, emergiendo del agua saturados con su vida eterna: entregándola abundantemente a toda
    nación del pasado, del presente y del futuro.

    Nuestro Padre celestial por el desierto de Sinaí les entregó su tabernáculo de reunión con el Lugar Santísimo del cielo, para ministrar en él como sus sumos sacerdotes, llenos de su Espíritu Santo, de la carne sagrada de su perfecta voluntad no
    solamente para ser gozada por ellos, pero igualmente las naciones: porque Abraham sabía perfectamente que en su simiente: benditas serán, siempre. Por eso, es que Israel tenía que empezar a ministrar como sus sumos sacerdotes, llenos de su Espíritu
    Santo y de la carne sagrada de su Juramento a Isaac sobre el monte Sión, descansando sobre el monte Moriah, para que las naciones antiguas muertas en el
    infierno, entonces ellas puedan recibir finalmente su resurrección, de su nombre todopoderoso, y de
    su palabra viva.

    Además, nuestro Padre celestial tenía que tener a todo Israel antiguo ministrando rituales y ceremonias de perfecta santidad con el tabernáculo de reunión y su Lugar Santísimo, por donde sea que la Shekinah gloria (presencia
    divina) los lleve por el
    desierto, cubriendo todo pecado con sangres de corderos, para que Él pueda enviar a su Hijo Jesucristo a vivir en Israel postreramente. Ya que, nuestro Padre celestial tenía que cubrir cada pecado cometido en contra de Él, su Hijo Jesucristo y su Espí
    ritu Santo, porque Él estaba listo para enviar a su Hijo Jesucristo a nacer del vientre virgen de la hija de David, por el Espíritu Santo, para que su santo nombre fuego se estacione sobre su altar del amor eterno por Israel, perpetuamente.


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