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    Sábado, 11 de Noviembre, 2017 de Nuestro Salvador Jesucristo, Guayaquil, Ecuador-Iberoamérica

    (Cartas del cielo son escritas por Iván Valarezo)


    ISRAEL ESCAPÓ EGIPTO: LIBERANDO NACIONES ANTIGUAS DEL CAUTIVERIO DEL INFIERNO:

    Nuestro Padre celestial le manifestó a Abraham, asegurándole, de que sus hijos nacerían en una tierra extranjera, siendo esclavizados por cuatrocientos
    años, porque ellos serian los que nacerían de los poderes del Espíritu Santo
    que le dio vida
    inicialmente a su Hijo Jesucristo como Isaac del vientre estéril de Sarah, absorbiendo así los pecados del mundo entero, para destruirlos en su bautismo.
    Y estas eran palabras que nuestro Padre celestial tenía que manifestarlas, porque Abraham mismo
    había entrado con Él, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo en un pacto de vida, que introduciría en la humanidad entera: la carne sagrada, los huesos inquebrantables y la sangre reparadora, derramando toda su vida eterna sobre toda la
    tierra, empezando por todo Canaán.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial había llamado a Abraham inicialmente a
    sacrificar a tres carneros, separándolos por sus mitades, y así, ponerlos enfrente de ellos mismos sobre la roca en que han sido sacrificados junto con una tórtola y un
    pichón, pero sin cortar las aves, más bien, rociar todo con la sangre y hasta
    que él regrese en la tarde. Atentamente, Abraham había obedecido a nuestro Padre celestial al sacrificar los tres carneros sobre la roca indicada por Él,
    y solamente debí
    a esperar por su regreso atardeciendo aquel día: porque Él tenía que caminar
    entre las mitades opuestas una a otra sobre la roca salpicada con la sangre, y así bendecirlo a él con todos sus hijos por nacer en futuras generaciones.

    Nuestro Padre celestial tenía que tener a Abraham sacrificando los tres carneros sobre la roca, salpicada con la sangre junto con los pichones, pero sin ser cortados, para Él poder caminar entre las mitades de los carneros sacrificados con su antorcha
    ardiendo con su santo nombre fuego, para Él poder finalmente dejarle saber cómo sus hijos nacerían en toda generación venidera. Habiendo nuestro Padre celestial informado a Abraham como en donde sus hijos iban a nacer en el periodo de cuatrocientos aÃ
    ±os, entonces Él le dejo saber que finalmente los visitaría para juzgar aquella nación que los haya tratado mal, liberándolos, para entregarles la tierra prometida, para que eventualmente ellos vivan con Él en paz eterna.

    Éste fue el comienzo de los tres carneros sacrificados sobre la roca con sus mitades separadas y opuestas una a otra, en donde nuestro Padre celestial necesitaba manifestarle a Abraham en donde sus hijos iban a nacer, pero igualmente dejarle saber qué
    les iba a suceder en los cuatrocientos años, y así empezar su liberación y de las naciones del mundo pecador. Esto es básicamente lo que nuestro Padre celestial le podía manifestar a Abraham, porque vendría a ser el padre de una
    gran nación, pero
    igualmente de muchas más mundialmente, por razones de los carneros sacrificados sobre la roca, y separados de sus mitades opuestas una a otra, y así caminar entre las mitades para confirmar sus palabras para los postreros días.

    Estos fueron los tres carneros sacrificados sobre la roca con sus mitades separadas entre ellas que no solamente confirmarían su palabra para con Abraham y sus hijos por nacer en generaciones futuras en tierra extranjera, pero asimismo, éste sería el
    sacrificio/holocausto protegiéndolos a todos constantemente en todo momento, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, y sus abundantes bendiciones cotidianas. En otras palabras, nuestro Padre celestial hizo que él sea el padre de los tres
    sacrificios sobre la roca con sus mitades cortadas y opuestas una a otra, para luego regresar sobre la roca y con sus sacrificios dispuestos, prometiéndole no solamente a Abraham el nacimiento de sus hijos numerosos, pero igualmente dejarle saber en qué
    condiciones vivirán por esos cuatrocientos años.

    Dado que, después de los cuatrocientos años transcurridos, entonces Él mismo
    visitaría a la nación extranjera para juzgarla por todo lo que hayan hecho a los hijos del pacto, para entonces Él llevarlos con su santo nombre fuego, ardiendo sobre su
    antorcha a otro altar de tres sacrificios sobre la roca, pero esta vez seria en
    la tierra de Canaán. Esta vez, nuestro Padre celestial es el Padre de estos tres sacrificios sobre la roca con sus cuerpos opuestos uno al otro, y Él caminando entre ellos,
    salpicando la sangre reparadora de su Hijo Jesucristo sobre todo el monte Sión, y así, eventualmente, darle abundante vida eterna a sus hijos, renacidos todos ellos por su Hijo Jesucristo y por su Espíritu Santo mundialmente.

    Por eso, es que nuestro Padre celestial invitó a Abraham a sacrificar tres carneros sobre la roca con sus mitades opuestas una a otra con la sangre salpicada sobre todo el lugar, para caminar entre las mitades de los sacrificios, prometiéndole así a
    sus hijos que nacerían en futuras generaciones, pero que nacerían en cautiverio acumulando los pecados del mundo entero. Sin embargo, con nuestro Padre celestial visitando a Israel en cautiverio entonces juzgaría a la nación extranjera que los ha
    cautivado, juzgándolos, con grandes juicios del santo nombre fuego, dado a Moisés, cuando ascendió el monte Sinaí, para ser bautizado instantáneamente
    en el horno de su grande Gracia, de su grande Misericordia, de su grande Verdad
    y de su grande
    Justicia Divina.

    Porque al nuestro Padre celestial juzgar, aquella nación en donde sus hijos han sido cautivados por cuatrocientos años, con los poderes asombrosos de su santo nombre fuego, entonces Él podía llevarlos al Mar Rojo para ser bautizados en agua,
    finalmente para dejar atrás perpetuamente a Egipto junto con el espíritu de error, la carne pecadora y los pecados del mundo entero. Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba a los hijos de Abraham renacidos del bautismo en agua, después de invocar
    la perfecta santidad de su santo nombre fuego, su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, y así Él mismo llevarlos a su altar, dándoles vida eterna a
    sus hijos ascendiendo al cielo, perpetuamente justificados, de Israel y de las
    familias de las
    naciones.

    Visto que, en el día que nuestro Padre celestial liberó a Israel del cautiverio Egipto entonces fue cuando nuestro Padre celestial verdaderamente empezó la liberación de todas las naciones del mundo entero, y estas son las naciones del pasado, del
    presente y del futuro: porque su voluntad es de recuperar a todos sus hijos sobre el altar del Lugar Santísimo: con salvación eterna. Ya que, esto era lo
    que nuestro Padre celestial le dijo a Abraham y sobre sus hijos por nacer por los poderes
    cotidianos del Espíritu Santo en generaciones futuras, para que su semilla (los hijos nacidos del Espíritu Santo así como su Hijo Amado nació como Isaac inicialmente), bendiciendo a las naciones con su misma vida eterna: la sangre reparadora
    finamente derramada.

    Ya que, éste es el reino glorioso de sus hijos nacidos de su imagen y de su alma viviente, pero igualmente nacidos de su amor eterno, que aunque vivieron sus vidas sin su pacto de vida ni el cordero sacrificado para derramar la sangre cubriendo sus
    pecados, por cuanto los sigue amando grandemente, liberándolos de la muerte y del infierno tormentos, perpetuamente. Por eso, es que fue importante para nuestro Padre celestial de dejarle saber a Abraham, que él tenía que sacrificar sus tres corderos
    sobre la roca, incluyendo a dos pichones con ellos, pero sin partirlos jamás como los carneros: para Él caminar entre las partes y la sangre salpicada, entregándole así a Abraham los hijos que Él eventualmente los liberaría del
    pecado.

    Estos fueron los tres sacrificios que Abraham tenía que cortar en sus mitades para tenerlos opuestos uno al otro, porque nuestro Padre celestial expiaría por los hijos dados a él y a las familias de las naciones, y todo junto con los dos palominos sin
    cortar, representando los maderos y su salvación volando hacia las naciones para liberar de todo cautiverio, instantáneamente, siempre. Ahora, las alas de
    las aves sin cortar, porque representaban los maderos, en donde su Hijo Amado seria clavado a la
    casa de Israel por sus manos y pies, liberando así toda alma viviente del Valle de los huesos secos, para que Israel junto con las familias de las naciones, y últimamente los santos ángeles (no los caídos), puedan limpiarse
    del pecado.

    Además, nuestro Padre celestial necesitaba a los hijos de Abraham no solamente
    que nazcan y vivan en cautiverio con la necesidad de ser liberados de toda opresión, pecado y muerte, pero igualmente de ser bautizados en el Mar Rojo: en donde Él los
    limpiaría de todos los pecados de las familias de las naciones, al ministrar ante Él como sus sumos sacerdotes. Ya que, nuestro Padre celestial necesitaba que su Hijo amado empezara la liberación de las naciones que habían vivido y muerto en pecado
    del pasado, del presente y del futuro, pero Él sólo podía empezar a liberarlos, si es que Él podía hacer que su Hijo nazca en una de las familias
    que tiene pacto de vida con Él hacia la eternidad.

    Dado que, al tener a su único Hijo Jesucristo nacido de una de las familias escogidas por Él, así como fue con Abraham y Sarah, al comer del pan y vino de su Hijo Jesucristo, y que es servida diariamente a los ángeles del cielo para que continúen
    siendo perfectamente gloriosos, sirviendo a su santo nombre fuego sobre su altar antiguo, perpetuamente. Entonces nuestro Padre celestial tenía que hacer
    lo mismo con todas las familias de las naciones no solamente liberándolas del pecado, muerte y el
    infierno tormentoso, pero igualmente, mantenerlos santos, perfectos y gloriosos
    así como su Hijo Jesucristo y su Espíritu Santo, para que sean hechos sus hijos legítimos, llenos de su amor entrañable, sirviendo a su santo nombre fuego, siempre.

    Por eso, es que cuando nuestro Señor Jesucristo nació del vientre estéril de
    Sarah como Isaac, por los poderes asombrosos cotidianos del Espíritu Santo, entonces Él podía tener los hijos nacidos en la tierra del Espíritu Santo para venir a ser
    como su Hijo amado y como su Espíritu Santo son en su presencia santísima, en
    el Lugar Santísimo y hacia la eternidad. Seguramente, cuando Isaac nació entonces nuestro Padre celestial por fin asentó su pie en tierra y en la humanidad entera,
    empezando a tener sus hijos nacidos del vientre estéril de Sarah en cada generación, por el poder cotidiano del Espíritu Santo, y así, tenerlos con los mismos poderes y privilegios que su familia divina a liberado las familias de mundos antiguos, ú
    ltimamente.

    Evidentemente, nuestro Señor Jesucristo nació como Isaac del vientre muerto de Sarah, por los poderes del Espíritu Santo, entonces nuestro Padre celestial
    podía tener a Jacobo nacido como su primogénito, estableciendo el pacto de vida con su Espí
    ritu Santo: porque solamente su Espíritu será el motor divino haciendo que sus hijos nazcan para finalmente establecer su vida eterna sobre la tierra, perpetuamente. Por eso, es que cuando los cuatrocientos años habían pasado, entonces nuestro Padre
    celestial estaba listo para descender sobre ellos con poderes, porque habían nacido todos ellos al número que Él necesitaba ver para descender sobre ellos
    con su altar del amor prehistórico, para reinar sobre ellos con su santo nombre fuego, y los
    poderes libertadores, llenos de su vida prístina, perpetuamente.

    Por ello, fue que nuestro Padre celestial pudo descender sobre todo Israel aun mientras estaban cautivos en egipcio, entonces no fue solamente porque el tiempo se había cumplido, estipulado por Él para con Israel, habiendo acumulado los pecados,
    enfermedades, maldiciones, problemas y muertes de todas las familias de las naciones, pero igualmente habían crecido para cumplir con el Juramento a Isaac
    finalmente. Por eso, es que al nuestro Padre celestial entregarle su santo nombre fuego a Moisés
    para que lo posea Israel perpetuamente, al empezar a invocarlo ante su presencia santísima por las generaciones futuras, entonces Él podía tener sus maravillas manifestada no solamente en Israel, pero asimismo entre todas las familias de las naciones
    y con su salvación eterna para todo creyente, siempre.

    Ciertamente, cada Israelita hombre, mujer, niño y niña invocando la santidad perfecta de su santo nombre, por donde sea que fueren por el desierto y aún más allá de Canaán entre las naciones, entonces Él manifestaría sus maravillas cotidianas de
    su nombre todopoderoso, entregando así su gracia, su misericordia, su verdad y
    su justicia divina para liberación de sus hijos cautivados universalmente. Por
    eso, lo primero que nuestro Padre celestial hizo, después de haber liberado a Israel de las
    garras de Faraón y de Satanás, fue bautizarlos: porque Satanás estuvo allí en aquellos días peligrosos con los egipcios, creando ya todo holocausto sobre
    los israelitas, para que mueran en la carne pecadora y en el espíritu de error, eternamente
    perdidos en el infierno.

    Además, Satanás tenía al Faraón ordenando a las parteras egipcias que maten
    a todo niño que nazca, porque el Rey Mesías venia y, por tanto, él tenía que pararlo antes de entrar en el mundo para salvar a las naciones, así como nuestro Padre
    celestial lo había planeado inicialmente, estableciendo con las naciones redimidas su Gran reino sobre toda la tierra, postreramente. Sin embargo, con todos los esfuerzos de Satanás que puso sobre Faraón y sus oficiales para matar a los israelitas aun
    cuando salían del vientre de sus madres, entonces él falló con su intento de
    matar a toda la casa de Israel con un holocausto masivo, que sería en secreto:
    porque Israel era desconocido entre las naciones, mientras vivía aún en cautiverio.


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